martes, 16 de marzo de 2010

El príncipe de las mareas.



Una película preciosa sin ninguna duda, en mi opinión de las mejores interprétaciones que nos ha podido entregar Nick Nolte, 'El príncipe de las mareas' te regala unas escenas preciosas con una fotografía brillante -compuesta por paisajes hermosos- un guión con frases profundas y llenas de sentimientos y una historía realmente conmovedora que vas conociéndo a medida que transcurre la película.



Esta película es de las típicas que clasificaría como 'películas preciosas', junto a otras como 'Los puentes de Madison' o 'Un paseo para recordar', si te gusta ese tipo de cine que nunca deja de reomover lo que puedes llegar a sentir en tu interior pues esta es la película que buscas, un gran acierto.


Nick Nolte & Barbra Streisand

La única película en la que el final me alegra por una parte y me desilusiona y entristece por otra, no sabía que pudiera llegar a sentir algo opuesto a la vez, pero bueno, como bien dice Tom (Nick Nolte) en esta maravillosa película con un título hermosísimo 'ojalá hubieran dos vidas para cada hombre y cada mujer' para así llegar a comprender como es tan increíble el sentir dos sensaciones tan opuestas pero presentes en el mismo instante.




'Pasamos nuestras últimas horas juntos en el Rainbow rue, bailando a un ritmo lento,igual que en mi sueño, la apretaba entre mis brazos mientras le decía que ella había hecho posible que yo volviera, seis semanas antes yo estaba dispuesto a dejar a mi mujer y a mis hijas, quería abandonarlo todo, pero ella cambió eso, me cambió a mí, por primera vez sentí que tenía que devolverles algo a las mujeres de mi vida, ellas lo merecían. Y regresé a mi lugar sureño y a mi vida sureña, y es en presencia de mi mujer y de mis hijas cuando tomo conciencia de mi vida, de mi destino; soy profesor, entrenador y un hombre muy querido, y eso es más que suficiente, en Nueva York aprendí que necesitaba querer a mi madre y a mi padre con toda su defectuosa y escandalosa humanidad y que en las familias, no hay delitos que sobrepasen el perdón, pero es el misterio de la vida lo que ahora me intriga, y miro hacia el norte y vuelvo a pensar que ojalá repartieran dos vidas a cada hombre y a cada mujer. Al final del día atravieso en coche la ciudad de Charleston, y mientras miro el puente que me lleva a casa noto que unas palabras me brotan de dentro, no puedo detenerlas ni sé porque las digo, pero al llegar a lo alto del puente, esas palabras llegan a mí en un susurro, las digo como una oración, como un lamento, como una alabanza, digo: Lowenstein, Lowenstein, Lowenstein.'

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